Hace ya más de dos años que creé este blog, por razones que explico de manera escueta en la única entrada anterior a esta. Nació con otro nombre -El Bosque-, de ciertas resonancias míticas en mi mundo interior, pero, me temo, carente de sugestiones para la mayor parte de los habitantes de mi mundo exterior. Por supuesto, eso era lo de menos, dado que en ningún momento me planteé hacer algo serio de él (o, siendo más técnicos, nunca me lo plantee con las suficientes ganas como para que el producto ΔE·Δt saturara la Relación de Indeterminación).
Han pasado dos años. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Bueno, básicamente, todo.
Naturalmente, el hecho de que todo haya cambiado garantiza que todo siga igual (verbigracia, yo continúo parafraseando indefectiblemente El gatopardo, esperemos que por muchos años), ilustrando una vez más que Parménides tenía razón y que Parménides no tenía razón, deliciosa paradoja que resuelve tal vez la eterna dicotomía que el eleático y el Oscuro establecieron. Sin embargo, si fijamos nuestra atención en los detalles, podemos llegar a percibir cambios de peso. Ignoro si éste es uno de ellos (de hecho, dudo que lo sea), y sólo el tiempo podrá decirlo.
En cualquier caso, he decidido darle un sentido a este blog. Claro está que no tengo nada interesante que contar, como tampoco lo tienen la práctica totalidad de los que escriben una bitácora. Aun así, puede que tenga algo que contar (y no es que sea un prodigio de la observación, pero me he dado cuenta de que un espacio de Windows Live no es la mejor herramienta para hacerlo). A ver qué tal sale.
Así pues, queda (re)inaugurado este blog. Hala.
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